Un nuevo año que termina, y como siempre, me hago una promesa: voy a intentar aprender un nuevo lenguaje.

El año pasado casi lo consigo. Me metí­ de lleno en el funcional mundo de Erlang, ojeé montones de páginas, leí­ por encima varios PDFs, aluciné con sospechosas estadisticas y, cuando por fin estaba a punto de hacer mi propio Hola mundo, fue Syszlack y se pasa toda la cena de nochevieja calentandome la cabeza con lo sencillo que era crear aplicaciones web desde la nada con Ruby on Rails.

Por supuesto, en cuanto terminó la cena, me fui a sentarme a la velocidad absurda ante mi estación de trabajo y a empaparme de un tutorial bastante graciosete de Ruby hasta las mil de la madrugada (ya sabeis, la tí­pica nochevieja leyendo la documentación de lenguajes desconocidos) y perdí­ todo mi afán por la funcionalidad, la distributividad y la concurrencia de actores. Una pena.

Pero este año, juro por este vaso de Cocacola que tengo a mi izquierda, que no terminarán las navidades sin que haga alguna virgueria en Processing, que entiendo que debe ser algún refrito de Java que usa su misma maquina virtual, especializado en historias de gráficos.